Ahora sí




Por la presente expongo ante ustedes mi retrasada pero cierta capitulación en la guerra entablada contra el uso de celulares.

Es decir, tengo celular. Hace una semana y después de 38 años viviendo, como si fuese posible, sin comunicación móvil, ahora porto uno de esos adminículos.

Registraré en este acto las últimas percepciones que la vida anticelular me ha permitido capturar antes de abandonarla para siempre, como quien recuerda su última noche de soltero. Cito por caso la expresión incrédula de quien me ha pedido datos personales en los últimos tiempos. Gente que, con aparato en mano, ya activado en "contactos", esperó en vano que le dictase mi combinación personal. O la pregunta "y cómo hacés con el trabajo" repetida ad infinitum, como si se tratase de Nº de cuil o los brazos o las piernas.

Y aquél a quien siempre dije que no iba a parecerme, ese que con entrecejo fruncido digita a cada rato un mensaje de texto, ESE va apoderándose de mí.

Así que ya estará conforme el mercado. Me ganó. Listo. Como El Rinoceronte de Eugene Ionesco:


Acto tercero
La escena tiene lugar en casa de Berenguer. Los rinocerontes, cada vez más agresivos, no cesan de correr por la calle. Le va a visitar Dudard, que quita importancia al fenómeno (“De todos modos, no es enfermedad mortal. Hay enfermedades que son sanas. Estoy convencido de que se cura uno si quiere. Ya se les pasará.”), y comenta a Berenguer que el propio señor Papillón se ha transformado en paquidermo. Berenguer se indigna, y Dudard reprocha a su colega su intolerancia. Llega Daisy con la comida y comentando que Botard es ya un rinoceronte, mientras Dudard va en busca de la manada (“¡Tengo escrúpulos! ¡Mi deber me obliga a seguir a mis jefes y mis camaradas para lo mejor y para lo peor!”). Daisy y Berenguer quedan solos, hacen planes de futuro… pero presionada por las circunstancias, Daisy sucumbe y se reúne con los rinocerontes (“Son dioses”).Berenguer queda solo delante del espejo. ¿Qué hacer? Decide resistir: “¡Soy el último hombre, seguiré siéndolo hasta el fin! ¡No capitulo!”.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Nada es tan terrible.
También puede pegarle un lindo martillazo y arrojarlo a la basura, olvidando por completo que existió por un breve lapso de tiempo en su existencia.
Oscar ha dicho que…
Un tiempito, nomás. A la segunda vez que te ahorre un viaje al pedo de 40 minutos a buscar a la niña a una fiestita de la que ya la retiró la mamá de una amiguita, por ejemplo; empezás a preguntarte cómo viviste sin él tantos años. O cuando llegás en medio de la lluvia a una casa para descubrir que no anda el timbre, y a nadie se le ocurre mirar para afuera y verte. Cito sólo casos que me ocurrieron.