Estos jóvenes de ahora...

 Y qué me dicen de esa moda que hace que lleven esa gorra tan alta. Entre sus mentes achatadas y la concavidad interna del atuendo, bien podría caberles dentro un teléfono gris, de esos de Entel.
 También se hacen tremendas perforaciones en las orejas. Uy qué rudo soy, maltrato mi cuerpo porque seré for ever young, me hago tatuajes y las viejas sufren al verme. Me hacen acordar a cuando le ayudaba a mi mamá a hacer tortas fritas. Reconocía las mías en la fuente porque me pasaba de rosca y se destacaban aún debajo del azúcar.
 No olvidemos los jeans de tiro subsuelo, que les quedan los bolsillos a la altura de los talones.
  Los jeans o vaqueros en mis tiempos eran Fiorucci, o Ufo si andábamos bien de plata. O un Leviss o un Wrangler si ya mis padres no podían más de la adoración que querían demostrarme. Eso no ocurrió nunca.
Las camisas, de Regency o de Chemea, pero también mirábamos la vidriera de Ángelo Paolo.

No se por qué hago evocaciones del pasado, como si hubiera sido mejor. A lo mejor sí. Pero el pasado no me sirve. Es como haber conservado un austral o un Luncheon Ticket, ya no compran nada.

Aprovecho para decir que todo mi blog me parece una cagada melancólica. Será un poco porque siempre fui medio melancólico, y porque trato de dejar pensamientos chispeantes para las redes sociales.
No, tampoco lo logro.

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