Quiénes somos nosotros

 Nos oponemos a quién es, lo vemos como un ducto que une el pasado y el futuro de forma perfecta, sin curvas.
Nos oponemos a lo que es, lo que nos permite dar por sentadas sus futuras acciones.
Quienes no tienen reparos en quién es ni lo que el tipo representa, nos están mirando como si fuésemos locos. Creen que no se puede ser opositor de un gobierno que todavía no ha empezado a gobernar.
Claro, pequeño detalle, ellos coleccionan un puñado de (lo que consideran) probadas desgracias del gobierno precedente y se lo embuten tanto a la personalidad mandante, como a quienes no sólo no compartimos esa mirada negra, sino que donde ellos ven falencias, nosotros vemos plausibles logros.
De modo que la grieta está lejos de cerrarse, estamos encallados en dos miradas diametralmente opuestas del país.
De un lado están ellos, esperanzados con los cambios. Y de este lado nosotros… ¿quiénes somos nosotros?

 Voy a empezar por mí. Soy un tipo de izquierda, nunca estuve afiliado a nada y simplemente me dediqué, como tantos, a denunciar al Sr. Capitalismo desde mi sitio y con los medios a mi alcance. Esos medios fueron de comunicación, en mi condición de periodista, y electorales. No voté a Kirchner en 2003, pero sí voté al kirchnerismo –mechándolo en el sobre con ingredientes de mi cuño- en las elecciones subsiguientes.  He sido crítico, no he sido ni seré peronista (aunque sí pasé del gorilismo intelecutaloide a reconocerle su capacidad de mejorarle la vida a los argentinos) y sentí una decepción cuando la idelogía de gobierno restringió la declamada transversalidad, en momentos en que el PJ le era esquivo. No obstante, festejé la inédita militancia que se desató en el país tras la muerte de Néstor Kirchner en 2010. Nunca como entonces, vi a tantos pibes y pibas saliendo de la abulia y el consumismo, para pensar en el otro.
  Si bien simpatizaba con el proyecto, nunca sentí que necesitara de mí para defenderlo. Hasta la última elección. No, más acá todavía, hasta la segunda vuelta del 22 de noviembre. Ahí me resultó clarísimo que esta forma de concebir la política y la economía, aún con sus deficiencias, necesitaba de más apoyo que el que parecía tener. Se notó el disgusto con que las agrupaciones de la pléyade kirchnerista salieron a hacer campaña por Scioli, se notaron las traiciones a nivel provincial y la tirria al candidato marplatense. Del otro lado se venían los que después vinieron: Macri, Vidal, Arroyo. No importaban tanto los de acá, importaban los que venían de allá.
Como se sabe, perdimos de punta a punta.
Creo que el 48% del electorado, o la mitad de eso, puede haber transitado un camino parecido.
 Así que, ¿soy kirchnerista? Digo que sí para simplificar, para ponerme alguna remera en mi bando de este juego del matador. Me pregunto si a esta altura importa, más allá del servicio que presta el reduccionismo a los desaforados que nos insultan y a los compañeros que nos dio esta suerte de exilio interior.
 ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué va a pasar? Preguntas que nos hacemos todos. Pienso que lo primero será entender que no somos el oficialismo, sino una oposición inorgánica y, sólo momentáneamente, triste. Lo segundo será aceptar que lo único de verdad organizado son los “equipos de gestión” de esta runfla de CEO’s. Lo tercero bancarnos la posibilidad de que, en algunos asuntos, puedan llegar a ser más eficientes que lo que se ha sido.
 Porque esta gente que ha llegado, que se ha organizado y ganado elecciones, no viene por un ratito, sabe que hay elecciones parlamentarias en el medio y querrá ganar futuras reelecciones. Más allá de las sabrosísimas torpezas que cometerán los yuppies “apolíticos”, tratarán de que no se noten los daños que provoquen.
Hay que decirlo: 
LAS TROMPADAS NO VAN A LLEGAR JAMÁS POR LOS LUGARES EN QUE LAS ESPERAMOS

Derechos Humanos. Las trompadas más tempranas vendrán por ahí. Tanto por el riesgo que correrán los juicios de lesa humanidad que continúan en curso, como por los reflejos automáticos de los gobiernos derechistas, sustanciados por la represión policial y el tratamiento para con los presos. Creo que ahí estará nuestro primer desafío, dejar de lado nuestras diferencias de origen o partidarias y cerrar filas a favor de la memoria, la justicia y la defensa a los más vulnerables.
 El clamor por una seguridad revanchista, ahora llegó al poder. Tendremos que dejar de militar desde la computadora y empezar a pergeñar cómo se refuerzan los actuales organismos de derechos humanos y se fundan otros, en los muchos frentes que van a abrirse.
  En todos los momentos en que la situación política se volvió confusa, tuve un solo método para separar a los buenos de los malos, mi divisoria de aguas fue su posición hacia la dictadura y su postura ante el indulto menemista. Diría que es lo más profundo de la grieta, lo que está más en el fondo y la que jamás va a dejar que se cierre en tanto quede libre un sólo cómplice del genocidio.

Nuestro próximo “17 de octubre” será el 24 de marzo.



Ahí vamos a ver quiénes somos los que somos y quienes parecían ser pero no eran.

Ellos triunfan cuando encuentran qué tienen de parecidos.
Nosotros deberíamos hacer lo mismo, y no todo lo contrario.

Comentarios

An Dre ha dicho que…
Gracias por tus palabras. Hacen que me sienta menos sola, menos triste, menos loca en estos días.
Silvia Spertino ha dicho que…
La militancia de pibes y pibas que observas hoy, y que decis haber salido del consumismo reciben salario del gobierno. Vaya militancia esta. En nada se parece con la que participe de piba. Debe ser por eso que nos fue tan mal y me costo irme del pais.
JorgeK ha dicho que…
Eras muy militante no rentada? Y ese salario que reciben, lo siguen recibiendo ahora? qué indignante, estos pibes son el poder real!